miércoles, 15 de junio de 2011

Monsa-Brain



En los últimos meses, la mayoría de las líneas de colectivos han renovado sus móviles por unos nuevos, y menos ruidosos. Entre ellas se encuentra la línea sesenta. Como viajero de esta línea he notado que la frecuencia del servicio semi-rápido ha incrementado notablemente. También he notado un comportamiento extraño en los pasajeros de los nuevos colectivos semi-rápidos:

87% de la gente baja por la puerta delantera a pesar de que este nuevo modelo posee puerta en la parte trasera también.

Después de pensar mucho sobre esta conducta llegué a cierta teoría, explicada a continuación.

Luego de cierto tiempo de ser pasajero regular de la línea, la persona comienza lentamente a mimetizarse con el colectivo en sí. Es decir, deja de pensar, deja de razonar, etc.. Se convierte en un objeto no-pensante. Su cerebro comienza a perder la forma ovalada y empieza a parecerse más a un cubo rubik.

Llevado puntualmente al caso del día, la gente no usa la puerta trasera del modelo nuevo del colectivo porque quedó instalada en su cabeza la idea de que en el sesenta semi-rápido no hay puerta trasera.

Dependiendo de las horas de vuelo en el sesenta que uno tenga encima, esto se transporta a otros comportamientos.

300+ horas: la persona sigue pidiendo el valor viejo del boleto, a pesar de ya haber sido corregido por el chofer numerosas veces en ocasiones anteriores.

600+ horas: cuando un pasajero está sentado en uno de los asientos que va pegado a otro y se vacía uno de los individuales, se cambia automáticamente al individual, sin importar la cantidad de paradas que le falten para descender del colectivo.

1000+ horas: el individuo, obsesionado por la escasez de monedas y su necesidad de ellas para viajar, podrá oír y detectar la caída de una sobre cualquier superficie (todas) desde distancias absurdas (~10km). Esto explica los repentinos giros de cabeza o levantadas de ceja que podemos observar en dichos viajeros.

2500+ horas: el cerebro del pasajero ya estará totalmente cuadrado, no podrá pensar, leer, ni hablar por si solo, dentro de un colectivo de la línea sesenta.


Espero que se haya entendido que el culo no es lo único que el colectivo sesenta deja cuadrado...

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