Esta es la historia de cierto hincha, de cierto club (si, River Plate). El domingo pasado dicho club enfrentaba a Belgrano por el descenso. El hincha se encontraba conflictuado.
Por un lado su cerebro se inclinaba instintivamente por River Plate. Pues claro, había hinchado por este club desde que tuvo conciencia para elegir un equipo. Su sangre pertenecía a aquél club de Nuñez que tantas veces alzó diferentes trofeos pero que hacía años que no le traía ninguna alegría (no, aquel Clausura del 2008 no cuenta ya que fue automáticamente opacado por la última posición en el torneo siguiente).
Por otro lado el hincha tenía una sensación extraña. No lograba detectar qué era. Sentía un poco de excitación, él pensaba que era ansiedad por la posibilidad de que River podría llegar a descender.
No se imaginaba para nada lo que realmente sentía.
Todo se reveló cuando en el minuto 4 del partido Belgrano marcó un gol y él saltó del sillón gritando "¡Gol!". Instantáneamente se congeló. No comprendía su reacción y sentía cierto disgusto de él mismo. El tiempo se detuvo. Al ver que anulaban el gol de Belgrano sintió decepción y finalmente lo entendió:
En el fondo de su corazón quería ver que River Plate descienda.
'¿Por qué?' se preguntaba. Lo pensó mientras miraba el partido y llegó a la conclusión de que era puramente por morbosidad. Nuevamente:
Quería ver a River Plate descender.
'¿Para qué?' se preguntaba.
Quería ver a River Plate jugar en la B.
El morbo que llevaba dentro de él quería ver a aquél club tan grande sufrir el máximo deshonor.
Era la posibilidad de ver algo tan histórico que el 'amor' que le tenía al club pasó a segundo plano.
Así es, damas y caballeros, el ser humano a veces necesita alimentar el morbo que lleva dentro. Cuando no lo hace por mucho tiempo, el mismo morbo encontrará la forma más extraña de manifestarse y esto puede confundir mucho al individuo.
Otórguese el gusto cada tanto y ríase de esa persona que vió resbalarse en la calle, sonría y disfrútelo.
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